domingo, 12 de junio de 2011

Vigésima entrega: Modelo para armar

PRIMERA PARTE: DEL GOLPE AL MUNDIAL

    II- 77: Peronismo Montonero


Vigésima entrega: Modelo para armar
 
Comparo un testimonio con otro y varias cosas no coinciden. Comparo dos testimonios con noticias aparecidas en diarios de la época y salen tres versiones diferentes. Como en Rashomon, el cuento de Ryunosuke Akutagawa, llevado al cine en 1950 por Akira Kurosawa, las diferentes versiones sobre un mismo hecho parecen abrir diversas conjeturas. Modelo para armar, diría Julio Cortázar. En fin, cuando se trabaja con la memoria de los protagonistas o textos de la prensa (que a veces mentían, otras decían la verdad a medias y otras tantas publicaban las cosas como fueron pero días después) y otras fuentes por el estilo –supongo– se torna frecuente que pasen estas cosas. Otras veces, por el contrario, un recorte de diario alumbra un extracto de testimonio, que a su vez se acopla a un dato suelto de otro testimonio y así el rompecabezas comienza a tomar forma. Algo de todo esto se viene produciendo en esta historia (o estas historias), de los montoneros silvestres que resistieron a la dictadura en el conurbano.
Los cordobeses Pepe y Lili, por ejemplo, se acuerdan de algunos de sus compañeros de militancia cuando estuvieron en la zona sur del Gran Buenos Aires, casi treinta años antes. Mencionan a Manolo, desaparecido en San Pedro una vez que ya se había retirado de la Orga, como se ha contado en una entrega anterior. Agregan, sí, que era de Córdoba. Y relatan sus experiencias durante 1977.
Con la caída de Silver  –cuenta Lili– se desestructuran las dos estructuras. Yo al irme a vivir con él paso a Ejército, me separo del Beto, y de toda una estructura que ya venía cayendo. El Beto te lo debe haber explicado: funcionábamos en unidades células que vivíamos en la misma casa, eso evitaba las caídas, porque si alguien faltaba a la casa, ahí mismo se la levantaba y se buscaba otra. Al irme a vivir con él, eso hace que Mary y Ricardo se tengan que mudar y caigan en el operativo del 17 de octubre.
La verdad es que Beto no me ha contado nada de eso, pero sí de la muerte de Silver: el 6 de  septiembre del 77 caen Silver (Alejandrino Jaime, estudiante de la JUP de Córdoba), y Mari, una cumpa de Dock Sud (Avellaneda) que tenía 3 chicos de una pareja anterior. Era una compa más grande, de unos 30 y pico. Caen combatiendo, en un combate impresionante que después comentó todo el barrio.
El hecho queda registrado en la prensa. El jueves 8 de septiembre de 1977 sale en la tapa del diario El Sol, de Quilmes. “Villa España. Enfrentamiento: murieron 2 extremistas y 1 soldado”. La noticia cuenta que, según el comunicado oficial del Comando Zonal I del Ejército, el día 6 (alrededor de las 7.30 horas) en el barrio Unión Villa España del distrito de Berazategui, el soldado Luis Alberto Barbazano –del Batallón de Comunicaciones del Comando 601– murió en el enfrentamiento, junto con dos “delincuentes subversivos” que “intentaron fugar por los fondos de la vivienda”. Al entrar a la casa –ubicada en la calle 531, o Andalucía, entre Belgrano y San Martín– los militares se encontraron con documentación, armamento… y tres menores, hijos de los militantes. Según tengo entendido, los chicos no fueron apropiados.
Por esos días, también en el diario El sol, sale publicada una noticia que afirma que Montoneros está reducido en un 75 % (15/09/1977), y otra en la que Massera afirma que “en Argentina no hay guerrilla, hay grupos dedicados al terrorismo indiscriminado”. En una tercera, Jorge Rafael Videla dice no aceptar cifras de desaparecidos, pero reconoce que “en la Argentina hay personas desaparecidas”. Grabado por un canal de televisión de Nueva York, entrevistado por el ex alcalde Jack Lindsay, el presidente de facto da sus razones de por qué sostiene que, producto de la guerra que libran las fuerzas armadas en el territorio nacional, hay personas desaparecidas: “han desaparecido porque han pasado a la clandestinidad y sumarse a la subversión –han desaparecido porque la subversión las eliminó por considerarlas traidores a su causa– han desaparecido porque en un enfrentamiento, donde ha habido incendios y explosiones, el cadáver fue mutilado hasta resultar irreconocible y acepto que puede haber desaparecidos por excesos cometidos en la represión” (16/09/1977).
Días más tarde, el mismo diario publica que en la madrugada del 22 de septiembre se sostuvo un tiroteo por más de una hora, producto del cual fuerzas de seguridad “habrían abatido a varios extremistas” en un barrio ubicado entre Villa España y Ránelagh. Tres días antes –siempre según el diario mencionado– se habría producido otro enfrentamiento, del cual no se habrían registrado bajas, ni se ha registrado información oficialmente. Ninguno de los entrevistados recuerda puntualmente nada sobre esa madrugada. No es de extrañar, ya que han pasado tres décadas, pero además, no es de extrañar porque informaciones de ese tipo aparecían semana tras semana.
No en septiembre, pero sí un mes antes, en agosto del 77 –según recuerda Beto– tres milicianos caen en el barrio La Cañada, en el distrito de Quilmes. De uno de ellos se acuerda el nombre completo: Miguel Ángel Cordero. De los otros no, sólo sabe que a él le decían El Mono, y a ella, Roxana. Estaban en una casa muy quemada. A Miguel lo ven en la parada del colectivo y a los chicos los van a buscar y se resisten. Se tirotean hasta las 11 de la mañana. Un combate larguísimo, concluye Beto, que por un instante parece congelar su mirada en la nada, como si ya no estuviera allí conmigo, en ese bar de la ciudad de La Plata, sino en la zona sur, conversando quien sabe con quien.

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