domingo, 2 de enero de 2011

Primera entrega: Marcela y Ramón

MONTONEROS SILVESTRES


PRIMERA PARTE: DEL GOLPE AL MUNDIAL

Por: Mariano Pacheco


I-         Octubre 77: Este 17 Montoneros vence

“...Si un pájaro llevara la arena, grano a grano, de un lado a otro del océano, cuando la hubiera trasladado toda, eso sólo sería el principio de la eternidad...”.
Truman Capote, A sangre fría

 Primera entrega: Marcela y Ramón

Al entrar al pasillo siento un leve cosquilleo en el estómago. Luego de tocar el timbre su perro comienza a ladrar detrás de la puerta. Tras unos segundos me invita a pasar a su casa y dice: “¡Que frío que hace!”. Recuerdo una frase de un cuento de Cortázar: “El frío siempre complica las cosas”. Estaba pensando en eso cuando preguntó: “¿tomamos unos mates?” Respondí que sí y nos sentamos.
Lentamente, como quien no quiere la cosa, le voy sacando de a poco el tema de conversación. Comienza desarrollando anécdotas que ya había contado en otra ocasión. Continúa agregando otras, que me resultan una novedad y las anoto en una libreta. No quiero cortar sus palabras, pero se me presenta la disyuntiva entre continuar escuchando el apasionante relato o interrumpirlo y anteponer la presencia fría del grabador. No puedo evitarlo: empieza la grabación.
Comienza contándome sobre el día que marcó su vida. Hacía apenas seis meses que estaba militando. Tenía ganas de hacer algo más que una pintada, que era lo que había hecho hasta entonces. “Ese día voy a una cita de control. Yo justo venia del día anterior de una actividad que se suspendió y estaba entusiasmado”.
Han pasado 28 años desde entonces.
Le pregunto por sus primeros pasos en la militancia. En 1977 me incorporé a Montoneros –dice–. Tenían apenas 15 años. Lo miro extrañado: por lo poco que se de esa época -en la cual ni siquiera había nacido- el golpe de marzo de 1976 no dejó resistencia en pie.
Sentados alrededor de una mesa de madera, continuamos con la mateada. Detrás del vidrio de un mueble, Norma Arrostito, “La Gaby”, me mira con su actitud combativa. Observo la pila de videos y películas que acompañan a la diversidad de libros de la biblioteca: Franz Fanon, Sartre, Juan Gelman, Lenin, Freud, Dostoievski, Marx, Hemingway, Kafka,  Hernández Arregui y muchos otros, conforman una ensalada que logra llamarme la atención.
De repente hace una pausa. Enciende un cigarrillo, se acomoda la bufanda negra que lleva sobre el cuello y me cuenta que a los pocos meses de empezar a militar debe irse al interior del país. Parece, por su expresión, estar re-viviendo ese momento. Estaba, él y su cuñada -que además era su responsable y único contacto con “La Orga”- realizando un operativo en conmemoración del trigésimo segundo aniversario del 17 de octubre.
El “aparato” había mandado una caja con granadas y volantes. Caminaban por las calles de una barriada de Quilmes, golpeando las puertas de las casas, hablando con los vecinos y denunciando a la dictadura.  La misma gente, que según recuerda, en general los recibía bien, les dice que estaban locos, que se fueran.
Todo lo cuenta de manera pausada;  tomando un mate de tanto en tanto.
Fue el sábado 22 de octubre de 1977. Me cuenta que estaba hablando en una casa y ve que su cuñada estaba discutiendo con dos flacos jóvenes. De repente, ella le hace señas para que se vayan. Los tipos, que se presentaron como de la Marina, le habían dicho que los iban a tener que acompañar, que estaban detenidos por andar repartiendo “publicaciones subversivas”. Era todo muy raro, “por la actitud imprudente de los flacos, pero también por la nuestra”.
Su cuñada lo mira y ordena: “Martillá”. Él, que lleva una pistola 9 milímetros en la cintura, responde haciendo lo que su responsable indica. De un momento a otro, uno de los tipos se tira encima de ella. El otro, con una pistola en mano, le apunta a él. “Dejame ir. La orga los va a vengar. No seas boludo”, le dice su cuñada al tipo que la interceptó.
Se hace un silencio. No lo interrumpo. Dejo que la pausa se extienda. No hubiese hablado aunque el silencio hubiese perdurado por toda la eternidad. La mirada taciturna, detrás de los lentes, expresa una tranquilidad que no logro comprender del todo. Toma otro mate, enciende otro cigarrillo y sigue: “Me apunta a la cabeza mientras me mira a los ojos. Yo me doy vuelta, empiezo lentamente a retroceder hasta llegar a la esquina, doblo y me voy. Me voy caminando, el paso cada vez más fuerte. Hasta que comienzo a correr y correr. Luego aminoro la marcha: ya estoy fuera de peligro. Al llegar a mi casa  junto algunas cosas y me marcho al interior”.
Le pregunto qué pasó con ella. “Se tomó la pastilla y llegó muerta al hospital –dice–. La noticia salió en el diario El Sol”.
Días más tarde me dirijo al archivo del diario. En la página 4 de la edición del jueves 27 de octubre de 1977 leo el titular: “Quilmes: mataron a un suboficial de la Aeronáutica y se suicidó una extremista”. La ejecución del militar es tapa. La nota cuenta como un grupo de tres hombres y dos mujeres jóvenes que se trasladaban en un Falcon azul ejecutaron, el miércoles 26 por la tarde, a un suboficial mayor de la Aeronáutica. Interceptado en la intersección de las calles Balcarce y Lavalle, Rodolfo Matti cae bajo las balas y muere al llegar al hospital de Quilmes. El presidente de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla, junto con el brigadier Orlando Ramón Agosti, acuden al velatorio del militar retirado. Más abajo puede leerse: “Se suicidó una extremista. El comando de Zona I informó que el sábado último en las primeras horas de la tarde, murió una delincuente subversiva, tras ingerir una pastilla de cianuro en tanto que otro extremista logró darse a la fuga al ser sorprendidos ambos por fuerzas legales mientras distribuían material extremista de la organización Montoneros en la calle Madame Curie. La mujer fue identificada como Nélida Marcela González, de 20 años”.
Me cuenta que entonces la vida se le partió al medio. No era para menos: Kelly había ingresado en la nada de la eternidad.

1 comentario:

  1. Felicitaciones, Mariano! Uno queda con ganas de seguir leyendo sobre esas historias de compromiso a fondo con la vida; vidas apasionantes, trágicas, conmovedoras. Vidas vividas.
    Un abrazo grande y esperamos la próxima entrega.

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