sábado, 28 de mayo de 2011

Decimoctava entrega: Daleo (II)

PRIMERA PARTE: DEL GOLPE AL MUNDIAL

II- 77: Peronismo Montonero

Decimoctava entrega: Graciela “Viky” Daleo (II)
Las vacaciones de febrero de 1977 fueron una bisagra en la vida y la militancia de Graciela Viky Daleo. Aquellos quince días en San Clemente del Tuyú, junto a Felipe y Ariel Ferrari, Pablo, Beto y La Negra, junto a Polo y Rafaél Espina (que “perderían” tiempo después), fueron una bocanada de aire fresco ante tantas tensiones y complicaciones que el enfrentamiento a la dictadura implicaban en el día a día. Aquellas vacaciones fueron una bisagra porque realmente partirían su vida en dos. A su regreso entraría en una vorágine que no pararía hasta su caída en manos de los Marinos y su traslado a al ESMA, donde la vorágine ya sería otra.
Durante esos últimos once meses (es decir, desde el Golpe de Estado hasta esos días), Victoria había pasado por un sinfín de situaciones agobiantes. Había vivido amuchada junto a Kika Osatinski, Lucy y Monra y su hija de ocho años en un departamento rentado por la Organización para realizar tareas de estructura, ubicado sobre la avenida Rivadavia, en el barrio de Flores. Iba de acá para allá, todo el día con la pastilla de cianuro encima, teniendo citas con compañeros de distintas zonas, pasando información y  materiales. Tal vez los únicos momentos de distención (ir a algún cine de la calle Lavalle, por ejemplo, a ver alguna película, y reírse un poco, cómo aquella vez que asistió junto a El Loco Nicolás a una proyección de Bananas, de Woody Allen), se veían luego opacados por los golpes recibidos. En este caso, porque Nicolás –presentado a Viky por Barbarella y Polo– no sólo había caído en manos del enemigo, sino que además había delatado.
Después, luego de las grandes caídas conocidas como “El día de las citas nacionales”, en octubre del 76, Viky tuvo que replantearse todo: ir a una peluquería, con la historia de que recién se separaba y quería cambiar de look, para transformase, ser otra, irreconocible si andaba por las calles y alguien la veía. Bancarse luego que todos le dijeran que en su paso por la peluquería de Pellegrini y Arenales sólo la hacían verse como Viky, pero ahora con claritos y un rebajado en el cabello. Y luego el pase a la Secretaría de Organización, el funcionamiento en una oficina en el barrio de Ciudadela y otra vez las caídas: chau la oficina y sus nuevas tareas. Y noviembre, diciembre y las fiestas. Y con la despedida del año más despedidas. O ni siquiera, porque a los compañeros, a las compañeras, no se los despedía: se los perdía.
En marzo del 77,  tras el regreso de sus vacaciones en la costa, Viky se encuentra por primera vez con Eduardo Moyano (El Negro Ricardo). Desde ese momento deja de realizar tareas en el Aparato de la Organización y pasa a militar en la zona sur. Si bien continua viviendo en capital, sus tareas las desarrolla en Avellaneda. Días después conocerá a José, su nuevo responsable, con quien tendrá una cita en Gerli. El Gordo, como lo llamaban sus compañeras y compañeros a José. “Gordote, morochón, con pinta de boxeador retirado poco antes”, según aparece descrito en las páginas de La voluntad, de Anguita y Caparrós. José es un tipo de la zona, laburante, a quien la dictadura ha golpeado fuertemente: seis meses antes de ese encuentro con Viky, El Gordo pierde a su mujer y a una de sus hijas en un enfrentamiento producido con las fuerzas represivas en la zona de Villa Corina. La primera porque se tira para una ventana, evitando caer viva en manos de los militares; la segunda alcanzada por las balas que buscan aniquilar al enemigo de la patria.
Abocado a las tareas territoriales, encuadrado en un ámbito de la Secretaría Política, junto a Viky y Marcela Oesterheld (una de las cuatro hijas del reconocido historietista, también militante montonero) José vivía junto a sus otras dos hijas y una pareja de militantes en una de las barriadas cercanas al cruce con la Capital.
Victoria comienza a viajar día a día, desde Villa del Parque hasta el sur del Conurbano, ya que una de las primeras medidas que toma es buscarse un trabajo por la zona. Así, consigue entrar como dactilógrafa en Papelera del Plata, en Wilde.
Para el primer aniversario del Golpe Viky ya se encuentra inserta en el funcionamiento de Sur. Para mostrar que a un año del intento por desarticular el nivel de combate de las fuerzas populares no ha sido tan exitoso como intentaba presentar la Junta, Viky y José realizan una operación de propaganda por la zona. Una operación sencilla, que consistía en tirar unos miguelitos sobre Camino General Belgrano, y repartir luego unos volantes firmados por Montoneros, en las casas humildes de esa humilde barriada de la zona sur.
Por esos días caen Adriana Gatti, junto a otros tres militantes, en un operativo represivo grande que los militares realizan en la zona y que ellos pudieron ver desde una terraza. Humo, explosiones, iros, sirenas helicópteros y hasta tanquetas del Ejército se desplegaron aquél feriado de semana santa.
Durante esos meses continuaron realizando las actividades que podían: juntarse para leer el Evita Montonera y debatirlo, atender algunos de los contactos que se tenían en el territorio: a través de ella, que siempre había sido cristiana, vinculándose a una parroquia de Wilde y otra de Villa Corina; a partir del Negro, el Conejo y Cacholo, tendiendo vínculos con el Club del barrio, donde llegaron hasta poder armar un equipo de fútbol.
Las operaciones de propaganda (siempre armadas, ya que tenían que asistir armados y con pastillas de cianuro encima) las hacía sólo en momentos puntuales, como el 7 de septiembre, cuando salieron por Sarandí a repartir volantes, recordando a Fernando Abal Medina y Gustavo Ramus, dos de los fundadores de la Organización, caídos en combate en William Morris, en el oeste del Conurbano, seis años antes, luego de que las fuerzas represivas comenzaran a pisarles los talones, tras el ajusticiamiento del ex presidente de facto, el General Pedro Eugenio Aramburu, responsable del derrocamiento del General Perón en el 55 y de la represión desatada contra el movimiento peronista, que implicó no sólo cárcel, torturas y proscripciones, sino también fusilamientos de civiles y militares insurrectos contra la dictadura de entonces.
Pero el cerco represivo comenzaba a cerrarse cada vez más. A su vuelta de Bariloche, donde Victoria había ido para visitar a su hermano y salir como madrina de su hijo, donde había sentido el contrapunto de encontrarse tranquila, en una casita en medio del bosque –decía– a la vuelta de ese breve viaje, Viky se encuentra con una situación que cada vez se complica más. Por esos días, el Negro se aleja de la Organización; Cacholo ya estaba muerto y ella ya no es bienvenida en la parroquia. Junto a José, se ven obligados a yirar de acá para allá, durmiendo en hoteles, porque las casas ya no eran seguras.
Es en ese contexto que a Viky le llega el pase a Sur II. Estamos en octubre de 1977, y como el Gordo José sabe que se vienen los operativos en conmemoración por el 17 de octubre, insiste para que Victoria demore unos días su pase. En Berazategui –dice– se dura 15 días con vida. El 19 Viky piensa renunciar a su trabajo de dactilógrafa y ver cómo se reacomoda en el segundo cordón del conurbano. Pero no va a llegar nunca a encontrarse con Beto, ni con la Petisa, Ramón, Marcela, ni con ninguno de los militantes que intentan continuar la resistencia en la zona de Quilmes, Berazategui y Florencio Varela. Desde el 18 de octubre de 1977, el próximo destino de Graciela Viky Daleo será la ESMA. Allí será una prisionera más silvestre que los silvestres montoneros que se encuentran afuera de los Centros Clandestinos de Detención-Exterminio. Tensionada permanentemente entre la vida y la muerte,  tendrá que sortear las dificultades más penosas, más terribles, en un mundo inimaginable hasta entonces. Seguramente, para poder continuar con la resistencia allí dentro, se haya tenido que haber aferrado a una imagen, una frase, un sentimiento. Tal vez, todo eso se haya concentrado en la ya mencionada frase que Norma Gaby Arrostito le dijo en susurros: “yo no colaboro”.

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